24 de noviembre de 2009

Las tareas escolares en Educación Primaria

Introducción

Tradicionalmente los deberes han sido un elemento inseparable de la educación de los niños en el ámbito escolar. En determinadas épocas, algunas corrientes pedagógicas han mostrado su desacuerdo con la obligatoriedad de realizar tareas tras el horario lectivo, estando a favor de que existiera mayor tiempo libre y de ocio para los niños y considerando más que suficiente la jornada escolar para el desarrollo de hábitos y destrezas. Sin embargo, parece que hoy en día se da un consenso bastante mayoritario y se está de acuerdo con que los colegios manden deberes a los niños. Son diversos los motivos que fundamentan esta postura. Señalamos algunos a continuación:

Los deberes escolares permiten:
  • Desarrollar hábitos de trabajo, orden y responsabilidad.
  • Reforzar las destrezas básicas.
  • Consolidar los contenidos trabajados en el colegio poniéndolos en práctica.
  • Desarrollar la autonomía, la capacidad de concentración, la capacidad de esfuerzo...
Tareas escolares y familia
Los deberes, no hay porqué negarlo, suponen en muchos casos un esfuerzo familiar conjunto, no sólo del niño en cuestión. Los padres, sobre todo al comenzar la etapa de la Educación Primaria, deben estar pendientes de enseñar a sus hijos a organizar sus tareas y vigilar que las hagan de manera adecuada. Este último aspecto no se refiere a que tengan bien hechas o resueltas las actividades, sino a que las realicen con orden y limpieza.

Estar pendiente de estas cuestiones no siempre resulta fácil atendiendo a las diversas circunstancias familiares (horario laboral de los progenitores, número de hijos, diferentes ritmos de aprendizaje…), pero es importante que los padres se involucren de forma efectiva, estableciendo entre los dos los mecanismos necesarios para que las tareas escolares se integren en la dinámica familiar habitual.

Cabe hacer notar que el valor de esta actitud por parte de los padres hacia los deberes de sus hijos tiene un mayor alcance en cuanto a que los niños la perciben como un gesto de gusto e interés por lo que les es propio y descubren la conexión real entre la escuela y sus padres. Ahora bien, es necesario transmitir que este “estar pendiente” los hijos no lo vivencien exclusivamente como un método de control. Así pues, cuando los niños comienzan a tener sus primeras tareas, hay que mostrase realmente interesado por la oportunidad que tienen de enseñarnos lo que han aprendido en el colegio y lo bien que saben hacer las cosas. “¡No me digas que estás aprendiendo a escribir!”. “¡Qué libro tan bonito te han dado para leer! ¿Me cuentas de qué trata?” “¿Me enseñas qué tal te ha quedado?”… Estas son frases que, con una amplia sonrisa, podemos decir a nuestros hijos más pequeños.

Podemos aprovechar también para establecer vínculos de comunicación, de manera que mientras ellos nos cuentan lo que han hecho, lo que tienen que hacer, etc. nosotros podemos compartir algunas cosas que hayamos realizado en nuestro trabajo o tareas que tengamos pendientes de hacer. Seguramente este diálogo será mucho más fluido de lo que podamos pensar a priori y es posible que lo echemos en falta cuando llegue la adolescencia. ¡No perdamos estas oportunidades!

Hemos indicado que es muy conveniente integrar las tareas escolares en la dinámica familiar y para ello hay algunos aspectos que podemos cuidar:
  • Un lugar fijo de trabajo con el material necesario.
  • Un ambiente de tranquilidad y silencio adecuado.
  • Un horario rutinario adaptado a las diferentes actividades que se realicen durante la semana (idiomas, deportes, música…).
  • Establecer también unos momentos de ocio (juegos, lectura…).
Tareas escolares y exigencia
Es cierto: en un mundo ideal todo lo dicho anteriormente funcionaría como una fórmula mágica y todos los niños cumplirían con sus trabajos autónomamente y con alegría. No hay que engañarse. Hacer deberes no es un juego divertido y progresivamente supone un esfuerzo cada vez mayor. Además, lo que a un niño le lleva veinte minutos terminarlo, a otro le supone una hora, y lo que ahora es realizar unas pocas actividades, dentro de nada será estudiar una lección, memorizar unas preguntas, escribir un texto o hacer un trabajo. ¿Entonces…?

Bueno, en primer lugar yo diría que hay que tranquilizarse mirándonos a nosotros mismos: todos hemos sobrevivido más o menos bien a esta situación en nuestra etapa escolar. En segundo lugar, ¿alguien dijo que ser padres era fácil? En tercer lugar, tal vez nuestros propios padres pudieran ser un buen ejemplo. Finalmente, una palabra: exigencia.

La exigencia es un arma educativa, pero no de “destrucción masiva”, sino como una “fuerza pacificadora”. Ser exigente supone afrontar muchas pequeñas batallas que peleadas con constancia y serenidad nos pueden permitir ganar la guerra.

Podemos empezar a ser exigentes con nosotros mismos mostrándonos diligentes a la hora de cumplir con nuestras obligaciones en casa y que los niños lo vean y perciban el esfuerzo que nos supone y el buen ánimo que adoptamos ante éste. Nuestros hijos deben ser conscientes de que cumplir con nuestras obligaciones conlleva una serie de dificultades que han de ser superadas con sentido de la responsabilidad, voluntad y alegría. Somos su principal ejemplo y podremos pedirles que desarrollen esta actitud en la medida en que nosotros la ponemos en práctica. Quejarse continuamente de nuestro propio trabajo o nuestras tareas no es una buena idea…

Una vez que estemos en este camino del “buen ejemplo” y sin olvidar que tenemos derecho a caer y equivocarnos (es importante levantarse, eso sí), podremos pedir a nuestros hijos que repitan esos números que han escrito mal, que vuelvan a leer el problema con cuidado, que busquen en el diccionario la palabra que no entienden… O decirles que el fin de semana que viene no vamos a hacer ese plan de ir al cine porque ha dejado sin hacer determinados deberes, por ejemplo. Y todo esto no como un castigo, sino porque todos debemos cumplir con nuestras obligaciones y poner los medios necesarios para hacerlo.

Tareas escolares y la autoridad vencida
Quisiera en este apartado plantear un par de preguntas y proponer algunas respuestas que nos ayuden a reflexionar sobre en qué medida podemos valorar la importancia de los deberes.

¿Qué ocurre cuando un niño no cumple habitualmente con las tareas escolares?

La primera respuesta es obvia: está dejando de realizar un trabajo necesario, lo que le sitúa en desventaja frente su propio aprendizaje y a sus compañeros. Por otra parte, está posponiendo indefinidamente el desarrollo un hábito de trabajo que cada vez le costará más adquirir, su capacidad de esfuerzo será cada vez menor y recuperar “el tiempo perdido” será cada vez más difícil. Por último, no se logra un progreso adecuado en las destrezas y los contenidos trabajados en la escuela.

¿Qué ocurre si esta actitud negativa hacia el trabajo personal no tiene consecuencias?

Somos humanos y, lamentablemente, son muchas las ocasiones en que necesitamos una sanción para rectificar nuestros errores. Si un niño no realiza sus deberes y no recibe una respuesta en el colegio y en casa que recrimine esa actitud, la autoridad del profesor y los padres inicia un recorrido descendente que luego es muy complicado remontar.

Terminando…
Uno puede estar a favor o en contra de las tareas escolares. Si se está en contra, mi consejo es plantearlo con buen talante en el colegio utilizando las vías oportunas. Si se está a favor, invito a pensar un poquito sobre qué es lo que suponen los deberes y cómo puedo incluirlos en mis rutinas y circunstancias familiares.

Artículo publicado por Jaime Ginés en http://www.sontushijos.org/

22 de noviembre de 2009

Proyecto Cero - Project Zero


Presento en esta entrada otro pequeño texto que recoge un breve resumen de algunas ideas con las que me vine de tierras norteamericanas cuando, en el 2006, tuve la fortuna de que desde mi colegio me enviaran a la universidad de Harvard a realizar un curso sobre el Proyecto Cero y la Enseñanza para la Comprensión.

Fue una experiencia muy positiva, especialmente porque pude compartir un montón de horas de trabajo y asueto con un buen grupo de profesionales de cuyas aportaciones pude aprender cosas realmente interesantes.

Tras regresar de este viaje, mantuve contacto con algunas de estas personas y convenimos en poner por escrito algunos de los contenidos sobre los que habíamos estado trabajando y formándonos. Así pues, las líneas siguientes las escribí a modo de presentación general de lo que es la enseñanza para la comprensión.


Hablar del Proyecto Cero (PC) es hablar de una filosofía de la educación. No recoge una metodología cerrada, si no que propone una forma de enfocar la tarea educativa que se sustenta inicialmente en una reflexión profunda y ordenada de lo que ésta supone.

Buscar en el PC “soluciones mágicas” o respuestas absolutas es un error porque, precisamente su planteamiento parte de la necesidad de hacerse preguntas. El PC quiere crear en cada educador la necesidad de reflexionar sobre su labor interrogándose sobre cuáles son sus metas que, inevitablemente, se traducen en qué es lo que quiere lograr de sus alumnos. En un momento posterior, concretar el cómo se pueden alcanzar los objetivos es lo que podrá ir enriqueciendo las metodologías y enfoques didácticos que se vayan a poner en marcha.

Parece que, a priori, estos planteamientos son acertados, pero cobrarán más sentido si pensamos también en qué es la Educación con mayúscula. Educar es formar al ser humano y para poder hacerlo es fundamental conocerlo. Hay que tener una serie de ideas claras respecto a muchos aspectos que conforman a una persona: físicos, químicos, antropológicos, psicológicos, neurológicos, metafísicos, culturales, religiosos… Partir de este conocimiento nos permitirá abordar la tarea de educar reconociendo cuál es la “materia prima” con la que se va a trabajar.

A todos los educadores nos cuesta el cambio. Sin embargo debemos ser conscientes de que, a lo largo de la historia, aunque hay elementos esenciales de la persona que son inmutables, el desarrollo de la humanidad ha ido convulsionando la forma en que cada ser humano y cada sociedad se desenvuelven en su entorno cercano y global. La educación no puede permanecer al margen de esta realidad y ha de ser capaz de adaptarse a los tiempos y a los cambios.

Hoy en día se ha avanzado mucho en lo que se refiere al conocimiento sobre los mecanismos que sustentan el pensamiento, mecanismos propios del proceso de aprendizaje. La neurología, la psicología, la psiquiatría, la pedagogía, etc. han ido profundizando sobre cómo se llevan a cabo los procesos de reflexión.

El PC ha investigado, desde finales de los años sesenta, cómo son los procesos de aprendizaje. Tal vez, para los maestros más experimentados, observadores y con más sentido común, los resultados de las investigaciones de PC no les parezcan grandes innovaciones, pero el PC ha sido capaz de profundizar, estructurar y organizar los elementos esenciales que conforman el aprendizaje. Partiendo de este trabajo, PC ha desarrollado la filosofía educativa a la que hacíamos mención en el comienzo del escrito. Muchos profesionales de la educación, sin ser conscientes, realizan su labor practicando la denominada enseñanza para la comprensión (EpC), que es la base sobre la que se sustenta el PC.

En esencia, la EpC sería aquella que no pretende solamente la transmisión de una serie de conocimientos, valores y destrezas más o menos interrelacionados, sino que va más allá. Su objeto principal es enseñar a aprender. Poner en práctica programas centrados en la EpC supone que vamos a desarrollar capacidades que permitan al alumno desenvolverse en la resolución de problemas y adquisición de aprendizajes a través de un razonamiento flexible, crítico y creativo.

La EpC persigue que los alumnos se desenvuelvan autónomamente en cada disciplina, siendo capaces no sólo de adquirir unos conceptos determinados, sino también aplicando los modelos de pensamiento, razonamiento y reflexión propios de cada una de estas disciplinas. En definitiva, el alumno pondrá en marcha un pensamiento matemático, científico, lingüístico, artístico, etc. cuando se enfrente a los aprendizajes que se le van proponiendo.

El PC nos habla también de las inteligencias múltiples (IM). Cada individuo posee un modo de pensamiento singular en el que predomina el uso de unas determinadas formas de inteligencia. Esto conforma cómo va a ser su aprendizaje y debe ser tenido en cuenta necesariamente por los maestros encargados de los procesos de enseñanza. El profesional de la educación deberá intentar descubrir cuál es el tipo de inteligencia predominante en cada uno de sus alumnos, para potenciarla y proponerles estrategias para su uso eficaz, al mismo tiempo que invita a descubrir los entresijos de los otros modelos y cómo sacarles partido. (Contunuará)

Sobre la enseñanza de una lengua extranjera


A continuación puedes ver un breve documento que recoge algunas ideas en torno a la enseñanza de una lengua extranjera. Estás escritas hace ya unos cuantos años y recogen de alguna manera las reflexiones surgidas de la experiencia, de diferentes lecturas, de asistencia a cursos de formación...

Creo que el contenido no está demasiado desfasado, así que tal vez se le pueda sacar algún partido.

Enseñanza de una lengua extranjera.




21 de noviembre de 2009

Curso de Vídeo Digital Educativo en el CITA


El pasado 14 de noviembre, tuve la oportunidad de impartir el curso "Vídeo Digital Educativo: motivación asegurada" en el Centro Internacional de Tecnologías Avanzadas (CITA) de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

La experiencia fue estupenda. El trato que recibí por parte de los trabajadores del CITA en general y por parte de María González (Coordinadora de Formación Presencial) en concreto fue fabuloso. Por otra parte, el interés y participación de los asistentes al curso (profesores, estudiantes de doctorado, estudiantes universitarios...)  fue digna de alabanza teniendo en cuenta que compartimos 10 horas de formación en un sábado que cualquiera hubiera preferido aprovechar para dedicarlo a sus actividades de ocio.

Me llamó mucho la atención la apuesta de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez al elegir Peñaranda de Bracamonte, un pequeño pueblo de la provincia de Salamanca, como sede para un centro como el CITA. Este centro de formación es realmente espectacular en cuanto a su diseño y equipamiento y su labor acercando las TIC a todas las personas, independientemente de edad o desempeño profesional, es un ejemplo para todas aquellas instituciones que consideran que las tecnologías deben estar al servicio de las personas.

A continuación podéis ver la presentación de Power Point que utilicé para impartir el curso.


19 de noviembre de 2009

Educar en positivo



Educación positiva VS educación punitiva

A lo largo de mucho tiempo el castigo parecía ser la única estrategia válida para educar con eficacia. La sanción, la reprimenda, el mal genio, etc. eran los elementos fundamentales en los que padres y profesores sustentaban su autoridad.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la educación en positivo ha ido ganando terreno a estos hábitos tan arraigados.

Educar en positivo es convertir la tarea educativa en acciones encaminadas al desarrollo de hábitos buenos y no sólo a la penalización de malas actitudes. Educar en positivo es casi una estrategia de marketing basada en generar una conciencia en la que lo bueno, el Bien, merece la pena y no tanto en cargar las tintas en lo negativo de determinadas formas de actuar.

Los niños están inmersos en un proceso de maduración que progresivamente es más “auto-consciente”, pero especialmente en las primeras etapas, este conocimiento de la propia maduración no existe y recae sobre los adultos la responsabilidad de ofrecer modelos válidos que se muestren atractivos a los ojos del niño. A través de estos modelos y del refuerzo de las buenas actitudes, el niño desarrollará un deseo positivo para actuar de la forma adecuada y correcta porque realmente le merece la pena.


Conceptos erróneos de la educación en positivo

→ Educar en positivo es proporcionar premios materiales (por ejemplo, te compro tal cosa si apruebas la asignatura).

Los premios materiales no son la mejor forma de reforzar las buenas actitudes o, especialmente, los buenos hábitos. Un determinado premio en un momento puntual puede ser muy eficaz, pero hay que saber encontrar un equilibrio adecuado para que el niño no acabe pensando que "he de hacer tal cosa porque así recibiré algo a cambio" o "no haré tal otra porque no tengo ningún premio como contrapartida". Además, no debemos olvidar que lo que perseguimos fundamentalmente es el desarrollo de hábitos y no podemos premiar continuamente cada una de las acciones que son fruto de un buen hábito.

Es cierto que, hoy en día, muchos niños están inmersos en sociedades en que lo material ocupa un lugar excesivamente alto en la escala de valores (?). No es fácil ir contracorriente porque realmente, en sí mismo, el tener la posibilidad de acceder a determinados bienes no es algo negativo, pero se puede convertir en algo dañino cuando se desarrollan actitudes y formas de actuar en las que el tener prima sobre el ser, aunque sea de forma inconsciente, y el esfuerzo y el buen hacer pierden su sentido si no conllevan una recompensa tangible. Premiar con regalos más o menos habitualmente puede hacer que, poco a poco, el niño vaya participando en un ambiente consumista y materialista, provocamos que el apego por las cosas sea cada vez mayor dando cada vez más protagonismo al egoísmo, generamos frustraciones innecesarias cuando no se tiene lo que se quiere, y robamos la oportunidad de la satisfacción de lo bien hecho por sí mismo.

Además, seamos sinceros y realistas, cuanto más le doy al niño, cada vez va a ser más difícil cumplir sus expectativas porque cada vez va a querer más y mejor. Aunque sólo sea por razones prácticas, si nos paramos a reflexionar un poco, y a pesar de que el premio material nos pueda resultar muy efectivo en un determinado momento, nos daremos cuenta de que, a la larga, no merece la pena recurrir a este sistema de gratificaciones.


→ Educar en positivo implica no castigar nunca

El castigo también ha de ser empleado. Debemos ir creando en el niño la conciencia de que todas nuestras acciones tienen unas consecuencias y, en muchos casos estas son negativas. En cualquier caso, lo que debemos es intentar evitar el castigo que surge de nuestra propia desesperación o de nuestro enfado. Debemos también procurar escoger castigos proporcionados y relacionados con la falta cometida. Finalmente, cuando castiguemos es bueno explicar los motivos que provocan la sanción y las razones de la sanción en sí misma, pero habremos de evitar que el niño (cuando ya tiene cierta edad) acabe pidiéndonos explicaciones por todo con una actitud altiva.


Algunas claves para la educación en positivo

A continuación se ofrecen algunos consejos que nos pueden servir de referencia a la hora de orientar nuestra forma de educar en positivo:
  • Aplaude las buenas acciones y actitudes de tu hijo.
  • Hazle ver lo agradable que es convivir cuando se actúa con corrección y cómo las normas establecidas ayudan a esta convivencia.
  • Cuando castigues, evita el mal humor excesivo, las malas palabras o gestos. Procura mantener la calma. Los momentos de crispación no son los mejores para tomar decisiones.
  • Permite que tu hijo se de cuenta de que también cometes errores y de que éstos son una nueva oportunidad para aprender y cambiar lo que esté mal.
  • Enséñale a valorar el esfuerzo y la satisfacción de hacer las cosas bien, aunque nos haya costado.
  • Acompaña tu autoridad de cariño y afectividad.

Artículo publicado en http://www.sontushijos.org/